miércoles, 3 de noviembre de 2010

Hija y esposa de indios.



La esposa de Foyel y la hija de Inacayal posan para Ten Kate.
La niña lleva colgando un Rosario cristiano.
Dibujo: bb
Siguiendo con eso de la familia del indio, obsérvese lo difícil que se le daba a la antropología eso de meterse a saber como coños estaba conformada la familia del Indio: “Compruebo con cierta molestia que el Capitán Musters no hace alusión a la simpática esposa de Foyel en sus crónicas de viaje. ¿Era causa de esta ausencia un simple viaje de la esposa? ¿Había, en aquel entonces, separación de cuerpos entre ambos cónyuges? ¿Para la época de la visita del Capitán Musters, estaría viudo el cacique Foyel y ésta sería entonces, una segunda esposa? Me inclino más a cualquiera de las dos primeras posibilidades, puesto que la última hubiera tenido lugar en la narración del capitán britano (sic) explicando el porqué Margarita (la hija) hacía los honores de la casa.”
Margarita, hija de Foyel: cerebro: 5435, cuero cabelludo:
5444, mascarilla: 5439, esqueleto: 1797.
Antropólogo Melquíades Vignati.
Yo creo que Melquíades tenía miedo de amontonar esqueletos que en vida pertenecieron a cuerpos separados, o, al no saber la constitución de las familias, permitir y hasta
clasificar uniones contra natura o incestos rituales, teatralizados en castizo y en cristiano y certificados por el Museiom. Y también está eso del fantasma del Indio en el Museo, los rumores que se oyen abonan la teoría que sugiere, que al no haber recibido sepultura y pasarse la vida de ultratumba en una vitrina, son muchos los
indios que andan deambulando; algunos dicen que es Inakayal que golpea puertas, que anda desnudo porque odia las ropas del blanco, que dice cosas horribles pero como su lengua nos es desconocida, suena feo pero no se entiende. Otros dicen que el fantasma es de Gabino, un indio guía del Perito Don Pascacio, que lo acompañó
en sus expediciones y le servía de intérprete. Don Pascacio se hizo tan amigo que le dio el llavero de todo el Museo para que le botoneara quien trabajaba y quién no, cosa de buen criterio porque ni los indios, ni los dinosaurios, ni los funcionarios
querían trabajar. Y dicen que dicen que Gabino al morir siguió con esa costumbre tan ortiva de botonear a la gilada y cada vez que se golpeaba una puerta o una ventana, siempre había alguien para decir: ¡Ojo que ahí viene Gabino!
Análisis: bb