jueves, 14 de octubre de 2010

Un cacique en el Museiom.



Cacique Inakayal.
Dibujo.
Autor: bb
Cacique Inakayal
Esqueleto Nro.: 1834
Cerebro Nro.: 5434
Cuero cabelludo Nro.: 5443
Mascarilla Nro.: 5438
Un Cacique en el Museiom
Por indicación de un alumno de la Pequeña Cátedra, Francisco Tuffo, originario del Neuquén, la cátedra Picola comenzó a interesarse en el Cacique del Museiom de La Plata. Ocurre que finalizada la Conquista del Desierto, varias tribus de díscolos indios continuaban con la guerra al blanco invasor y luego de escaramuzas y de rendirse, fueron traídos como prisioneros a Buenos Aires y alojados en la isla
Martín García. Se trataba de los Caciques, Foyer, Inakayal y Sayewcke, sus intérpretes, sus capitanejos, una esposa por indio y todos los hijos, por ser sus herederos. O sea, los prisioneros eran la clase dirigente de las tribus que quedaban descabezadas, allá en el lejano Neuquén. El Perito Francisco Pascacio Moreno, Director del Museo de la Plata, proyecto preexistente a la Universidad homónima, consiguió que el ejército los liberara y más tarde les diera tierras en el sur. Mientras tanto y por varios años vivieron “asilados” en el Museo que recién se estaba construyendo. Empleados algunos como maestranzas, otros como porteros y los otros sin hacer nada; salvo ser objeto de estudio para los sabios extranjeros.
Sujetos animados junto a los objetos inanimados del Museo. El Director consiguió su libertad y durante años quedaron prisioneros del relato del Museiom, el cual siempre
supo que se trataba de los últimos representantes de culturas que estaban desapareciendo, fue en realidad una salida más humana que seguir toda la vida de prisioneros del Ejército. Pero el horror al vacío al desaparecer su cultura de referencia debe de haber sido espantoso. Sayewcke y Foyel recibieron tierras y volvieron a la Patagonia, Inakayal no. ¿Por qué fue así? No está claro.
Inakayal murió en el Museo de la Plata el 24 de septiembre de 1888. Un testigo llamado Onelli describió emocionado el tránsito del Cacique: “ Inakayal, poderoso cacique Araucano, hecho cautivo en la Guerra del Desierto, vivía libre en el Museo de La Plata; ya casi no se movía de su silla de anciano. Y un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el majestuoso propileo de aquel edificio engarzado entre los sombríos eucaliptus, sostenido por dos indios, apareció Inakayal allá arriba, en la escalinata monumental: se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó
su torso dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia el Sur; habló palabras desconocidas y en el crepúsculo, la sombra agobiada de este viejo señor de la tierra se desvaneció, como la rápida evocación de su mundo. Esa misma noche Inakayak moría, quizás contento de que el vencedor le hubiese permitido saludar al sol de su patria”. Luego se agrega: ” …la mascarilla (mortuoria) obtenida a las pocas horas de su deceso, le muestra con una expresión de placer
y satisfacción realmente extraordinarios”. Es algo tan triste que no creo que haya habido lugar para el placer y la satisfacción, salvo que la llegada de la muerte lo haya aliviado del horror de ver su mundo morir con él.
bb