domingo, 3 de octubre de 2010

El Taller del Artista.


La Clase de Dibujo.
Autor: BB
El siguiente texto fue escrito por BB cuando era Rector de la Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova”. A partir de ser conocido este texto, el sector conservador de la Escuela odió por siempre a BB y el sector moderno, de puro bruto nomás, nunca lo entendió. Es un texto que aborda una institución que ha sido
formalizada en el espacio público con las Escuelas de Bellas Artes, pero incluso sin la existencia de las mismas esta institución existiría, porque es en realidad una institución parte del Museiom desde antiguo.
La transferencia de conocimientos es una de las formas de no morir que tiene la especie.(Nota del Autor)
El Taller como Lugar de Enseñanza.
Propuesta Clásica, variantes Públicas modernas y Modalidades de Posgrado
El Taller, como cátedra o tribuna de un Maestro al que rodean discípulos, tiene antecedentes remotos. Se convierte en una propuesta pedagógica a finales del Renacimiento, si bien su estructura proviene de la organización medieval de los gremios, donde los aprendices recibían la instrucción profesional a cambio de trabajo rentado. De esta situación laboral derivan los contratos que el padre establecía para que su hijo se iniciara tempranamente en la profesión artística. Esta forma de trasmisión primaria de los conocimientos necesita de algunas situaciones sin las cuales su funcionalidad sería nula:
a)El Maestro debía tener conocimientos suficientes o por lo menos aquellos que precisa el alumno. Al no poder un establecimiento público tener la posibilidad de contratar a todos los especialistas de excelencia, para abarcar las variables presentes en el mundo del arte, el Taller se vuelve efectivo en los niveles más básicos. Dado que allí todos los alumnos precisan por igual los conocimientos generales. En los niveles superiores solamente en casos de excepcionalidad por la capacidad probada del Maestro dan resultado, pues con los conocimientos técnicos aprendidos y los plásticos en ejercicio, son los conocimientos estéticos conceptuales los que vinculados a los anteriores dan los resultados esperados.
b) El Maestro daba cátedra suficiente en su taller cuando los estilos eran estables, y el estar incluido en uno no era muestra de falta de originalidad. La vanguardia dio por tierra con esto, y el estar por alguien muy determinado pasó a ser sinónimo de falta de creatividad. De todas formas el Taller como lugar de enseñanza sigue siendo un lugar de trasmisión de Estilo, lo cual puede verse en la generalidad de los casos. Si bien las excepciones existen, éstas son logradas por los profesores actuantes luego de vencer la tendencia pedagógica histórica que tiene el Taller clásico de enseñanza. No hay nada malo en enseñar Estilo, sólo basta que los estilos sean varios, no antitéticos, que la situación sea consciente y planificada, y que la enseñanza no neutralice la génesis del Estilo propio. En los niveles superiores, la tendencia monologuista que trae el Taller tradicional atenta contra la tolerancia necesaria para que surja el mundo simbólico del alumno. Los estudios de posgrado se caracterizan por el trabajo en equipo interdisciplinario y el perfil investigativo de la praxis pedagógica. Dinámica distinta del sesgo estático que plantea el Taller clásico.
c) El Maestro formaba aprendices y discípulos cuando la profesión tenía una funcionalidad sociocultural establecida. El rol social del artista estaba dado y su producción tenía un lugar en el protocolo social y cortesano o en el rito religioso.
En nuestro caso, la inserción futura del alumno no está clara. Pueden ser divulgadores, formadores, artistas profesionales, artistas aplicados a algún área de la producción industrial, restauradores o estudiantes crónicos. Por lo tanto, el intento de repetirse a sí mismo en el discípulo que hacía el Maestro clásico es un intento vano, pues las experiencias de vida serán distintas, y es además contraindicado dada la exigencia vanguardista de originalidad. Estando este concepto (el de vanguardia) en crisis desde hace muchos años, habría que explicitar qué método pedagógico se piensa aplicar, si no se considera válido el vanguardista.
d) El Maestro consolidaba su importancia artística y profesional produciendo discípulos. Este efecto, producido por la utilización del alumno como testimonio de la propia vigencia, lamentablemente se sigue dando y, al haberse vulgarizado el Taller clásico como lugar de la enseñanza, cualquier improvisado puede ejercer el rol al que esta micro institución conduce.
Reflexiones derivadas:
El Taller es una micro institución que genera un espacio escénico en el cual los actores tienen roles asignados y metodologías dadas. La fascinación que ejerce el Maestro funciona gracias a la complicidad del aprendiz, discípulo o alumno. El Taller como trampa fascinadora ha sido instrumentado en el ámbito privado por los artistas para lograr la sobrevida económica, dado que el mercado de arte fracasó en Argentina. Cuando los talleres clásicos se establecen en Escuela de Bellas Artes, tienden a funcionar como micro instituciones dentro de la institución que los contiene, generan fricciones entre ellos y utilizan a los alumnos como testigos y clientes de los maestros a cargo. Hay también profesores que utilizan el Taller público para llenar sus propios talleres privados, y hay alumnos que solamente asisten al Taller público por no disponer de dinero para alquilar un Taller propio. Obviamente todo este entramado macabro de relaciones y conductas debe ser repensado en el nivel de posgrado, para no seguir repitiendo una mímica pedagógica sin futuro.
El Taller clásico se basa en la sabiduría acumulada del Maestro y en su manifestación durante la praxis pedagógica, en la cual el alumno crea un objeto que por sus calidades o por la carencia de ellas, motiva la Lección al despertar la memoria del Maestro ante signos que alarman su conciencia. Este sistema de transmisión de conocimientos presupone infalibilidad por parte del Maestro; transforma en universales, experiencias personales no sistematizadas, y deja como liberación para el alumno solamente la negación o neutralización del Maestro. La sabiduría incontestable que el Taller clásico asigna al Maestro y la sacralización de su experiencia profesional no coinciden con ninguna planificación posible en términos académicos, pues esta presupone una interpenetración en su diseño interno que lleve a la integración y a la complementariedad entre el capaz y el capacitando.
El Maestro-Mesías incapacita a sus discípulos al llevarlos hacia el rol de realizadores de su legado, de interpretadores de sus enseñanzas, logrando de esta forma momificarse en la memoria de los discípulos, transformados en testimonios de su permanencia. Se podría decir, entonces, que los discípulos son coleccionados por el Maestro, el cual conserva su vigencia anulando la posibilidad de Ser de sus discípulos. Estos proyectos mesiánicos se pueden ver corrientemente en la enseñanza artística privada y en la pública.
La sacralización de la experiencia acumulativa del Maestro tiende a establecer una gerontocracia del saber que no necesariamente es cierta, ni basada en aportes genuinos. La edad biológica avanzada no tiene porque coincidir con la excelencia. Toda la historia del arte nos muestra momentos sublimes en la producción de los artistas, y éstos no siempre coinciden con las edades venerables. Hay, incluso, artistas de edad madura que aborrecen de aquello que realizaron en su mejor época.
Hay, por supuesto, también artistas que mejoran, innovan, estudian y crean magníficamente hasta la vejez más avanzada. Es, por lo tanto, imprescindible develar las trampas de las que en general terminan aprovechándose los pícaros, las cuales desprestigian a su vez a los genuinos artistas. Creo que para rediseñar las carreras de grado y posgrado en Bellas Artes, se debe hacer un análisis crítico de esta micro institución tan antigua: el Taller. Es necesario volver a definir su rol, su manera de insertarse en una currícula coherente, ya sea en el nivel de grado o de posgrado, para poder establecer modalidades que impidan que la praxis del taller sea una eterna repetición de sí mismo.
El Taller en sí no tiene nada de malo, lo malo son las enfermedades que ha contraído a través de los siglos y todavía peor son los parásitos que estuvo acumulando.
No tengo nada contra del Taller, dado que hace 30 años que vivo dentro de uno; pero en éste hace rato que fueron exterminados los parásitos que lo poblaban y ahora se siente el espacio que deja la penumbra que habitaban.
Alfredo Benavidez Bedoya