El Museo del Bicho es un lugar`para reflexionar sobre la Historia natural y las formas minerales, vegetales y animales,como una plataforma de enseñanza para las artes visuales. Este sitio complementa las actividades de la Pequeña Cátedra.
viernes, 10 de septiembre de 2010
El Jurado del Salón Nacional.
El Jurado.
Autor: bb
Primera y Segunda versión del Jurado, hay otra versión parecida a la primera que
representa a la Academia de Bellas Artes. Actualmente el Salón Nacional está dirigido por un Comisario Político. El Comisario Político, es el rango de menor jerarquía de la Clase sacerdotal. Un funcionario que además es representante de un sector pedorro de la vanguardia periférica argentina, que después de décadas de morirse de risa del Salón Nacional, vienen ahora con la escupidera a tratar de levantarse la Pensión, porque ya nadie les compra los cuadros actuales, y los de antes que interesaban más, hace rato que los tienen otros, los Galeristas.
El Jurado del Salón Francés
Desde 1863 hasta 1883 se desarrolló la “Guerra del Salón”, una guerra en la que nadie ganó nada, el Salón desapareció o perdió importancia, los Impresionistas crearon un Salón paralelo cuya primera exposición fue en el local del fotógrafo Nadar, y luego se repitió 6 veces más, sin muchas ventas por cierto, al punto que varios que participaron en la primera exposición trataron luego de entrar al Salón oficial para ver si vendían algo. Uno de los grandes culpables de este desencuentro fue el Jurado del Salón. Los artistas modernos querían “pertenecer” y no los dejaban.
Cezanne fue admitido gracias a las gestiones que realizó ante un miembro del Instituto (Academia) que podía invitar un artista sin pasar por el Jurado. El Jurado republicano sustituye al Gusto del Monarca decapitado, sustituye al Gusto personal o lo que yo llamo el “Gusto de Mariquita”, aludiendo a Mariquita Sánchez de Thompson. La calidad de ejecución académica (Canon académico) era importante, pero lo más importante era el tema de la obra y su correspondencia simbólica con el Dogma de la clase dominante, en esa época la burguesía. Las parábolas morales, las elipsis
sentimentales, las moralejas ejemplificadoras, las fiebres místicas y otras mierdas parecidas eran el Dogma de la burguesía.
Como relataba Jean Moréas:
“Bíblicas pobrezas con la carne maltratada, abrahames entintados, jesuses con barba de farmacéutico, cardenales con aspecto conciliar, mártires gastados y miserables, mercenarios de las cavernas, escandalosas madonas de abundante busto, titanes exagerados, venus semejantes a nadadoras, ninfas consumidas, napoleones de almanaque, y todos los matices del azul de Prusia y del betún y de la tierra de Siena que los cubría de una corteza amarronada”. Durante el Imperio de Napoleón III
la situación empeoró, el Conde de Nieuwerkerque, que presidía el Jurado del Salón con el mismo Emperador, decía de Courbet y la Escuela de Barbizon: “Esa pintura de la Democracia, de los hombres que no se cambian de ropa interior, que se
quieren imponer a la gente del Gran Mundo. Ese Arte me disgusta y me irrita”. (Es de hacer notar la relación que establece el Señor Conde entre la ropa interior y la Democracia, ¿Qué lencería usaría el Señor Conde, tal vez la que desgarró en su
frenesí el Divino Marqués de Sade? ¿Tal vez se probaba la que dejaba su cortesana preferida?). Este tipo de Jurado produjo el escándalo del Salón de los Rechazados: Resulta que un Profesor de nervio furioso instó al Jurado a rechazar unas 4.000 obras. El enojo se derramó por todo Paris y el mismo Emperador Napoleón III
inspeccionó las obras rechazadas, a las cuales no encontró ni especialmente malas ni especialmente buenas, y ordenó exponerlas separadamente. Fue un gran error imperial. La apertura aclaratoria de Napoleón III no gustó a los artistas rechazados y 600 de ellos no quisieron exponer como rechazados. El público que reemplazó al Jurado
al poder oponer lo supuestamente malo con lo supuestamente bueno, no rescató a los artistas modernos, sino que los ridiculizó en forma perversa. El Jurado quedó resentido por la desautorización del Emperador y juró odio eterno a los Impresionistas. Y los pobres impresionistas vivieron pobres hasta el final, porque nadie les compraba nada porque no ganaban Medallas en el Salón, o sea no ganaban las monedas de homenaje que certificaban destreza y capacidad, y por eso no convocaban a las monedas de cambio que los hubieran hecho felices. En el Salón no habia premios en metálico valor de cambio. En el Salón, tanto el Estado como los coleccionistas privados, compraban lo distinguido por las Medallas. Como en la Bienal de Venecia que, con todo ese discurso moderno de no dar Premios, doctrina aplicada no hace mucho, se terminó emparentando al Salón académico del siglo XIX; al dejar a los señalados con Medalla bien certificados como mejores por la clase sacerdotal para que el Mercado actúe. Una labor de Consultoría gratuita para los operadores
del Mercado. Ya de viejo y sifilítico Manet ganó la Legión de Honor con el desacuerdo explícito del Presidente de la República y ese año le dieron una Segunda Medalla en el Salón por 17 votos, un poco más de la mitad del total de los 33 Jurados actuantes. 33, la Edad del Cristo al ser crucificado. 33 el Grado superior de los francmasones. Manet luchó contra el Salón, pero siempre quiso ser bien tratado por él. Después de todo se trataba de “pertenecer” al Museiom y el Salón es el Salón de recepción; sea éste francés que analizo, sea la Bienal de Venecia o sea cualquier Concurso o Certámen, público o privado, siempre que los cuales, concatenados, den certificación y validen o no, la pertenencia del artista al denominado Museiom.
Análisis: bb