sábado, 14 de agosto de 2010

La Fe del Coleccionista.


Un Coleccionista visita a un Experto para
dotar a su pequeño cuadro de una certificación “Experta”.
Dice el Experto: “Con una expertización de 100 francos,
vuestro cuadro es una mala copia del siglo diecinueve,
con 5000 francos es una escena de género del siglo XVIII
en el estilo de Watteau y por 100000 francos Usted se convierte
en el feliz propietario de una obra Maestra del Maestro citado.”
Chiste aparecido en el Dossier du Canard. Paris 1984.
Dossier dedicado al sistema del arte.

Apuntes para una Teoría del Museo:
La Fe del Coleccionista.
Pretender que el Coleccionista es un actor del famoso sistema del Arte (o Museiom según yo lo denomino), un actor prácticamente secreto, que con su afán privado
no molesta a nadie, y que su acto de coleccionar nace de tendencias individuales fuera de la óptica pública es, o no haber comprendido nada, o ser cómplice de todo.
Todos los hombres como buenos recolectores que fueron, siguen coleccionando objetos, dinero, hombres, mujeres, caballos, aplausos, empresas, perros, estampillas, armas, arte, miniaturas, plantas, animales, enanos de cemento, camisetas de fútbol,
chapitas, caracoles, libros o cualquier cosa que se les ocurra y que no pueda ser consumido de inmediato, como es el caso la comida, la bebida, el sexo casual y las drogas. Todos coleccionamos. Algunos coleccionan hasta problemas y enfermedades.
Y el grupo, la especie, la humanidad o la sociedad también coleccionan; acumulan la colección del Recolector, acumulan, selección mediante a lo mejor de todo lo encontrado, muestran lo más taquillero, mandan al sótano aquello que ya no conmueve o interesa. Todos coleccionamos. Incluso todos fabricamos o parimos o imaginamos
lo que coleccionan los demás y coleccionamos también nosotros. El coleccionista se coleccionaa sí mismo, colecciona aquello que de alguna forma le demuestra que todo tiene sentido, aquello que con su simple presencia hace que la angustia existencial
se torna ridícula, o por lo menos impertinente y grosera.Los ciudadanos coleccionan ávidamente lo que produce el Estado: el Dinero. El Dinero, ya sin el respaldo Oro,
debe a la Fe que le profesan los que lo coleccionan, su verdadero respaldo. Esa es la Fe del Coleccionista.La Fe en el propio juego. El dinero se colecciona por cantidad. El Arte por calidad. El Coleccionista da valor al distinguir
y guardar. Al usar el dinero que es un valor en movimiento en algo estático como el valor estético, el coleccionista multiplica ese valor más que si el valor dinero hubiera seguido en movimiento. Pero lo que más le interesaes la momificación en la memoria colectiva, dejando su colección, como marcación perfecta del disfrute
de la propia vida y de las cosas que la hicieron gloriosa.
El Estado colecciona el Arte que llega al Museiom, y los niños coleccionan las estampillas que emite el Estado, esos pequeños valores postales, que valen
millones cuando muestran rareza al ser pocos o al
tener fallas. Los sellos postales que tienen errores de impresión valen mucho más que los perfectos. El Error también se colecciona.
Análisis: bb